Depolitizar la inmunización es necesario para combatir la pandemia global

Publicado en: Español el 10/02/2021

(Xinhua) — Mientras la pandemia de la COVID-19 sigue asolando todo el mundo, muchos creen que las vacunas son una luz al final del túnel.

«Si las pandemias son guerras microbianas, entonces las vacunas son nuestras armas preferidas de salvación masiva», escribió el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, en un artículo reciente.

Varios países desarrollados y en desarrollo se han unido a la carrera por las vacunas contra la COVID-19, y en poco tiempo han ofrecido una variedad de opciones.

Las vacunas desarrolladas por Moderna, Pfizer-BioNtech y AstraZeneca son populares en medio de la escasez en Occidente, sin embargo, la Sputnik V de Rusia y las vacunas chinas hechas por Sinopharm y Sinovac Biotech, a pesar de las aprobaciones y la acogida que han tenido en el Medio Oriente, el Sudeste Asiático, África, América Latina y Europa Central y Oriental, encuentran cuestionamientos en Occidente.

Desafortunadamente, el fundamento principal para esas dudas no proviene de una perspectiva científica, sino de razones políticas e ideológicas.

Algunos políticos occidentales ven a China como un adversario, particularmente en el dominio de la ciencia y la tecnología, y a Rusia también.

Aquellos que profesan una mentalidad de la Guerra Fría tienden a pasar por alto la probada seguridad y eficacia de las vacunas chinas y rusas. Las descartan en los medios de comunicación, confunden al público con prejuicios comunes y, finalmente, desconocen el hecho de que las vacunas producidas en China y Rusia, como las otras que han probado eficacia, pueden desempeñar un papel en la lucha mundial contra la pandemia.

De hecho, la investigación y el desarrollo de vacunas siempre ha sido la prioridad de la respuesta de Beijing y Moscú a esta crisis sanitaria sin precedentes.

A través de arduos esfuerzos de sus investigadores, los expertos chinos han proporcionado datos científicos sustanciales y evidencia clínica sólida para demostrar la responsabilidad de sus vacunas.

Un artículo publicado en la revista científica Lancet esta semana dijo que los resultados provisionales de ensayos en etapa última mostraron que la Sputnik V tenía una tasa de eficacia de 91,6 por ciento.

Ambos países han colaborado con otras naciones y con la OMS de manera abierta y amplia desde el comienzo de la pandemia y en todas las batallas contra el coronavirus mediante el intercambio de información y la asistencia material.

Las vacunas «occidentales», ya aprobadas por los países ricos, no son suficientes para satisfacer la demanda propia y son aún más escasas para el resto del mundo.

Por lo tanto, las compañías farmacéuticas chinas y rusas están llenando el vacío en los países en desarrollo con verdadera buena voluntad, mayor accesibilidad y un despliegue más justo.

Mientras el mundo lucha contra la incesante pandemia de la COVID-19, existe el peligro de que se profundice la desconfianza hacia las marcas «Hecho en China» y el «Hecho en Rusia». Los juegos políticos solo pueden hacer daño, mientras que las decisiones basadas en la ciencia pueden salvar más vidas.



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