COMENTARIO: Maratón de vetos por parte de Washington no obstaculizará progreso tecnológico de China

Publicado en: Español el 21/12/2020

(Xinhua) — Las últimas sanciones de la Administración estadounidense contra empresas de alta tecnología chinas no son más que otra proclamación clara de su intento desesperado de contener el desarrollo de China y perjudicar la relación bilateral más importante del mundo antes de que expire su mandato.

En su última lista negra, publicada el viernes, incluye al gigante de los drones chino SZ DJI y al principal fabricante de chips SMI, que se han convertido de esta forma en nuevas víctimas del uso implacable e imprudente que hace Washington del poder estatal para castigar a las compañías chinas.

Sin embargo, en su intento de intimidar a las empresas de alta tecnología chinas, lo único que conseguirá Washington es acumular intentos vanos de ahogar la búsqueda legítima y resuelta por parte de China del progreso científico y tecnológico.

Sin ir más lejos, en las últimas semanas, la sonda china Chang’e-5 llegó al país con las primeras muestras recogidas en la Luna y científicos chinos presentaron el sistema de computación cuántica Jiuzhang, que puede implementar GBS (muestreo de bosones de Gauss) a gran escala 100 billones de veces más rápido que la supercomputadora más veloz que existe actualmente en el mundo.

Y con seguridad, en los próximos años y décadas la comunidad internacional verá el florecimiento y progreso de cada vez más empresas chinas de alta tecnología pues, no en vano, el país está llevando a cabo una enorme inversión en educación, fondos y políticas para apuntalar su desarrollo científico y tecnológico. ¿Puede Washington prohibirlas a todas?

La arbitrariedad de las sanciones del Gobierno estadounidense contra empresas extranjeras es, además, una violación flagrante de las normas internacionales del comercio y los negocios, y ha echado por tierra la reputación del país como participante justo en la cooperación internacional.

Estas maniobras políticas, al mismo tiempo, van a obstaculizar el comercio internacional, ya inestable de por sí estos momentos, así como las cadenas industriales y de suministro mundiales. En última instancia, perjudicarán los intereses del mismo Estados Unidos.

El razonamiento patológico de la Administración estadounidense aún en el poder es simple: está dispuesta a hacer lo que sea para acabar con quien considere una amenaza para su supremacía tecnológica. Los políticos anti-China no se han percatado de que vivimos en una época en la que la apertura y la cooperación son cada vez más indispensables para promover avances tecnológicos de suma relevancia.

Si Washington no es capaz de renunciar a ese modo de pensar hegemónico y obsoleto, aceptar que todos los países tienen derecho al desarrollo tecnológico y regresar al camino de la cooperación, tendrá que tragarse el fruto amargo de sus acciones.

De algún modo, China podría deber algo a ese acoso propio de la Guerra Fría de Washington, ya que, a fin de cuentas, le ha permitido, no solo a ella sino al mundo en general, darse cuenta de la verdadera naturaleza de una superpotencia cada vez más egoísta y ha fortalecido la determinación de Beijing de impulsar la innovación tecnológica autóctona en áreas clave como la fabricación de chips.

China siempre ha estado dispuesta a mantener una cooperación en beneficio mutuo con EE. UU. Pero si Washington se aferra de forma obstinada a su maratón de vetos contra Beijing, no hará más que dar más razones a la sociedad china para seguir avanzando en su saber y tenacidad a fin de que el país sea más creativo y próspero.



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